viernes, 25 de marzo de 2011

EL JARDIN SECRETO DE UNA PRIMAVERA POR LLEGAR



SE BUSCA AL CUERVO QUE SE ROBÓ LA PRIMAVERA


Me lleva el viento

otra vez de su mano

no tengo equipaje, salvo una piedra

que me la han sembrado

a veces me pesa, más que mi corazón.

Tengo que encontrar la cueva

para afilar el cuchillo

cortar por la mitad

una gota de rocío, cuando muere la noche

no es cosa de todos los días.

Un hombre pasa

por el camino, a dónde va?

sí está ciego

en sus bolsillos lleva sus ojos

no los usa

se le perdieron sus anteojos.

Busco al cuervo

mientras dormía, me robó el corazón

pondremos un letrero:

Se busca al cuervo

que se robó la primavera

(aunque algunos me cuentan

que tan sólo la tomó prestada)

es que el cuervo

también sabe enamorarse

y si es por amor

bueno bien por él

todos somos ¡ladrones!


HERNAN PAZOS GIRON. (PERU)

Del poemario "Piedra con su piel de cebolla"





otro poema de JOSE ANTONIO MARTINEZ GIL (HUERTANO)



FACHADA DE LA CATEDRAL.

AUDACIA FUERA, inútil e ilusiora,
describir todo el arte y la grandeza
que en sí contiene la grandiosa pieza
del barroco de Murcia y de su historia.

Cual retablo escultórico de gloria,
compendio del saber y la destreza,
es gran joya y tesoro de riqueza
y de insignes artistas la memoria.

Líneas de precisión y de sapiencia,
de helénica y brillante arquitectura,
pregonan del barroco la excelencia.

Fachada que se eleva con bravura,
por aristas de técnica y de ciencia,
bien completa, de Murcia la hermosura.

Poema de JOSE ANTONIO MARTINEZ GIL (HUERTANO)

Fotografías de SATURNINO ESPIN.


Y la música de los Parrandboleros en la Plaza Belluga Concierto X aniversario Parrandboleros. Murcia.
30 mayo 2009. Murcia bonica , (y... allí estaba yo...!!)


MARZO de José Antonio Martínez Gil (Huertano)



MARZO


Un veinticinco de Marzo.

Tibia mañana serena.

Esmeralda, los trigales.

Verde umbroso, las moreras.

De pronto, un fresco perfume

de jazmín y rosas nuevas.

Pasabas tú por allí.....

¡Eras tú la Primavera!


Poema de JOSE ANTONIO MARTINEZ GIL (HUERTANO)





PRIMAVERA

De marzo, un sol radiante y luminoso
nos brinda acariciante Primavera,
por que la flor tras la paciente espera,
surja del suelo fértil y esponjoso.

Aire y luz en ambiente esplendoroso
caminarán unidos por doquiera,
para vestir la terrenal esfera
de un hálito sutil y generoso.

Su intenso verde gritarán los prados
con gozo de rebaños y pastores,
por el glacial invierno torturados.

Se alzarán en los pechos los amores
y en jardines, del frío atribulados,
brotando irán, en aluvión, las flores.


martes, 22 de marzo de 2011

Gabriela Mistral


Doña Primavera

Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.

Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.

Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!

Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...

No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?

¿Cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?

De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.

Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...

Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:

Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.


__



EL ECUENTRO

Le he encontrado en el sendero.

No turbó su ensueño el agua
ni se abrieron más las rosas;
abrió el asombro mi alma.
¡Y una pobre mujer tiene
su cara llena de lágrimas!

Llevaba un canto ligero
en la boca descuidada,
y al mirarme se le ha vuelto
grave el canto que entonaba.
Miré la senda, la hallé
extraña y como soñada.
¡Y en el alba de diamante
tuve mi cara con lágrimas!

Siguió su marcha cantando
y se llevó mis miradas...
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias.
¡No importa! Quedó en el aire
estremecida mi alma.
¡Y aunque ninguno me ha herido
tengo la cara con lágrimas!

Esta noche no ha velado
como yo junto a la lámpara;
como él ignora, no punza
su pecho de nardo mi ansia;
pero tal vez por su sueño
pase un olor de retamas,
¡porque una pobre mujer
tiene su cara con lágrimas!

Iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi Dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
Pero ¡yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!

_______________







Promesa a Las Estrellas

Ojitos de las estrellas
abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?

Ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?

Ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?

Ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?

Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?

Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.

______________









domingo, 20 de marzo de 2011

PABLO NERUDA-



TENGO MIEDO


Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.

Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)

Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!

Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.

Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.

Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.


BARRIO SIN LUZ


¿Se va la poesía de las cosas
o no la puede condensar mi vida?
Ayer -mirando el último crepúsculo-
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas.

Las ciudades -hollines y venganzas-,
la cochinada gris de los suburbios,
la oficina que encorva las espaldas,
el jefe de ojos turbios.

Sangre de un arrebol sobre los cerros,
sangre sobre las calles y las plazas,
dolor de corazones rotos,
podre de hastíos y de lágrimas.

Un río abraza el arrabal
como una mano helada que tienta en las tinieblas:
sobre sus aguas se avergüenzan
de verse las estrellas.

Y las casas que esconden los deseos
detrás de las ventanas luminosas,
mientras afuera el viento
lleva un poco de barro a cada rosa.

Lejos... la bruma de las olvidanzas
-humos espesos, tajamares rotos-,
y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean
los bueyes y los hombres sudorosos.

Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas,
mordiendo solo todas las tristezas,
como si el llanto fuera una semilla
y yo el único surco de la tierra.


Casi fuera del cielo

Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas
La mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca.

Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
Mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
A veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
Cruza encima de mi corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta.

Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
¡Ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
Es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
Para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.

Ay, seguir el camino que se aleja de todo,
Donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno,
Con sus ojos abiertos entre el rocío.




viernes, 11 de marzo de 2011

3 poemas de ALFONSINA STORNI-


Alfonsina Storni

Viaje

Hoy me mira la luna

blanca y desmesurada.

Es la misma de anoche,
la misma de mañana.

Pero es otra, que nunca
fue tan grande y tan pálida.

Tiemblo como las luces
tiemblan sobre las aguas.

Tiemblo como en los ojos
suelen temblar las lágrimas.

Tiemblo como en las carnes
sabe temblar el alma.

¡Oh! la luna ha movido
sus dos labios de plata.

¡Oh! la luna me ha dicho
las tres viejas palabras:

«Muerte, amor y misterio...»
¡Oh, mis carnes se acaban!

Sobre las carnes muertas
alma mía se enarca.

Alma ?gato nocturno?
sobre la luna salta.

Va por los cielos largos
triste y acurrucada.

Va por los cielos largos
sobre la luna blanca.


Tú, que nunca serás

Sábado fue, y capricho el beso dado,

capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.

No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.

Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,

y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.

Lo inacabable

No tienes tú la culpa si en tus manos

mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores...
El tronco seco dará nuevas hojas.

Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.

Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.

Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.

Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!


sábado, 5 de marzo de 2011

Versos del Carnaval, poema de Leonidas Yerovi



Y llegó el Carnaval con sus excesos habituales (¡vivan los excesos cuando son mutuamente consensuados y mutuamente gozados!) por lo que se me antojó exhumar este poemilla de aquel "pájaro burlón", el satírico de aquella mancha a la que su compañero Federico More bautizará años después como la Generación Infortunada: Leonidas Yerovi. Disfruten ese lado bufón y festivo que lo hizo conocido entre ese grupo de salvajes bohemios:

Versos del Carnaval

Pierrot estaba y no estaba,
pero yo estaba…

I

…Fue de pronto. Fue tras una
caricia con que la luna
me obsequió gratuitamente
sin rubor y sin malicia,
cuando repentinamente
fui a buscar al sin fortuna
guiado por la caricia
de la luna – consecuente…

Yacía el triste inconsciente
lívido en la estrecha fosa
en donde a ratos reposa
según el desdén le acosa
o le lanzan los literatos;
yacía lívidamente,
o congelada en su frente
una línea de sudor
surcaba la blanca harina
que humedeció Colombina
con sus ósculos de amor…

¿Estaba muerto? ¿Soñaba
con ella? ¿Estaba dormido?...
No lo sé, ni me importaba.
Pierrot estaba y no estaba,
Pero yo estaba bebido…

Su faz transparente y seca
se transía en una mueca
estupendamente loca
y era agresiva la hueca
negrura de su ancha boca…

Mas él estaba y no estaba
pero yo estaba… y buscaba
su bullente compañía,
y apuntalando a un ciprés
el fracaso de un traspiés
que me llevaba y traía,
le dije sarcástico:
–¡Ea!
ya ves que soy capaz
de venir por ti, así sea
porque no duermes en paz
o porque el mundo te vea!...

Y bajo el blanco disfraz
que de antaño le cubría
vi que Pierrot se movía
levemente estremecido.
¿Desp
ertaba? ¿Suspiraba?

¿Estaba muerto? ¿Dormido?...
Pierrot estaba y no estaba.
¡Yo sí que estaba bebido!

–¡Arriba! –le dije– ¡Arriba!
Pierrot! La luna, cautiva
de la esfera sideral,
ha llegado de sorpresa
para besarte en la huesa
y amortajado te besa
porque llegó el Carnaval.

Rompe tu sueño fatal,
destroza tus ligaduras
y álzate, sal y acompaña
a quien te invita el champaña
de todas las aventuras;
olvida las amarguras
de aquella mujer… aquella
Colombina infiel y bella
de tus viejas ilusiones;
ven y bajo los pompones
rojos de tu molinera
goza la vida reidera
de todas las libaciones.

Y ante aquel nombre querido
vi cómo se levantaba.
Le vi de mi brazo asido…
Pierrot estaba y no estaba,
pero yo estaba bebido.

II

Surgimos en un salón
de baile, que era un manchón
de luces y de colores
en rara combinación.

Vahos de extraños olores,
aromas de ajadas flores,
rumores de loca fiesta,
giros, voces, ademanes
y desenfrenos de orquesta
que sabían a cancanes…

Brillaba como ascua de oro
aquel salón circular
donde era el estruendo un coro
elevado sin cesar.

Temblaban en los espejos
con luminosos reflejos
los focos de las cornisas,
y bajo las claras ondas
todo era frufrú de blondas
entre estallidos de risas;
fulgor de vivas miradas
encuentro de ojos traviesos,
diapasón de carcajadas
y húmedo sonar de besos…

Todo era luz en cambiantes
y color y animación;
todo notas discordantes,
hasta el saltar del tapón
de los vinos espumantes…
¿Y Pierrot? Pierrot asido
de mi brazo forcejeaba
por huir hacia el olvido…
Pierrot estaba y no estaba,
pero yo estaba bebido.

De improviso, dominante,
delatora, cristalina
una risa trepidante:
la risa de Colombina
que le reía a un amante;
y casi en el mismo instante
a un rudo brazo sujeta,
fatigada de bailar,
Colombina, – ¡la coqueta!...
que se marchaba a cenar…

Pierrot vibró al escuchar
la risa de aquel reír
y al ver a la infiel pasar
sintió el ansia de morir
pero sin resucitar.

Y yo que le sostenía
y yo que le comprendía,
pérfida, perversamente
le deslicé en el oído:
–Como tú estabas ausente…
¡y gozaba interiormente!...
¿Me escuchó? ¿No me escuchaba?
¿Estaba al fin convencido
de la traición que miraba?...
Pierrot estaba y no estaba…
¡como yo estaba bebido!...

Hice fácil presa de él
y fui a acordar a mi presa
sobre el más blanco mantel,
que engalanara una mesa,
y de improviso, – ¡oh sorpresa!...
junto a una mesa vecina,
un pastel… y Colombina
que devoraba el pastel;
y hacia el extremo distante
grotesco hasta en la silueta
el rostro del nuevo amante
detrás de una servilleta…

Sacudí a mi compañero:
–Pierrot –le grité– repara
¡escudriña aquella cara
vecina a ese caballero!

Y a mis voces de algazara
volvieron todos de frente
y nos faltó tiempo para
medirnos rápidamente.

Luego – Señor, qué divina
escena en ruido y tropel –
–¡Pierrot! – grita Colombina
–¡Colombina! – grita él.

El galán, cuyo papel
airoso decae bastante,
se interpone blasfemante
y yo acudo a la razón,
y al jolgorio de la fiesta
va a unirse la trapatiesta
del diminuto salón…

Una escena de balumba
– ¡Pierrot! – ¡Colombina! ¡Tú!...
(¡y el galán que siente su
decepción y su fracaso!)

Luego una fuente que zumba,
más tarde el zumbar de un vaso…
y ya armada la querella




el tremolar de una silla
el volar de una botella
y el adiós de la vajilla…
–¡Maravilla! ¡Maravilla!

Todo, decididamente,
era un rasgo sin igual,
¡por algo hay un esplendente
domingo de carnaval!
¡era noche de aventuras,
era una noche divina,
la figura de las figuras
de Pierrot y Colombina!

¡Por ellos todo! Qué bello
remendar su viejo afán
de amores…
Y loco en ello
fui a retorcer por el cuello
al incógnito galán…

Y el galán, a quien así
por bajo de la barbilla,
irguiéndose sobre sí
por no moler más vajilla
comenzó a molerme a mí…

Fue una lucha detestable,
¡cual se portó el miserable
valido de su poder!
¡Aun Colombina, la fina
silueta de Colombina,
optó por desaparecer!

Y mientras yo desvahido
de mi suerte blasfemaba
bajo el rencor del bandido,
¿Pierrot estaba?... ¡No estaba!
¡Pero yo estaba molido!...



Autor: Leonidas Yerovi (Lima, 1881 – 1917)



te espero en esta penumbra azul.

te espero en esta penumbra azul.
la vuelta de la noche.