Conforme voy leyendo, este o cualquier otro libro, tengo la costumbre, diría que es más bien una necesidad, de subrayar, anotar, sacar los párrafos más significativos, aquellas palabras donde automáticamente encuentro un reflejo de mis propias percepciones. Por eso me permito transmitir aquí algunas de las frases de este libro que me han hecho detenerme, pensar y sentir. Qué decir tiene que os recomiendo su lectura, la del libro, por supuesto.
"- Por fin me he liberado. Me he desembarazado de la mentira y el miedo. Ya no persigo quimeras ni imposibles. Sobre mi cabeza no vuelan más cometas, pero tampoco nubes oscuras ni espadas suspendidas. La verdad, una vez asumida, aplaca la angustia de vivir con el constante miedo a que nos atrape. Cuando todo se ha perdido, todo se ha ganado. Por fin he descubierto que se puede vivir cargando con el pasado, sin orgullo pero también sin vergüenza. Mi vida se ha ampliado, y ahora no conozco ni sé fijar sus nuevos límites. A mi izquierda, el pasado: un arrasado campo de batalla. A mi derecha, el porvenir: un extenso campo sin rutas ni señales. Me he instalado en un presente tan vacío como un solar por edificar, espero. Espero con calma, llevo esperando tantos años que nada me cuesta esperar todo el tiempo más. Sé que antes o después contactarás conmigo, que volverás a llamarme. Hasta entonces, te envío todo mi amor."
-... Y fue a la estantería y escogió el libro y leyó la misma frase: (¡ Y pensar que he desperdiciado años enteros de mi vida, que he querido morirme, que he sentido el amor más grande por un mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!) Era Marcel Proust.
- Le parecía inútil y triste ese empeño en poner equilibrio en lo doméstico, como si así se dominara el gran desorden que a la postre es la vida.
- Quizá sencillamente tengas que tocar el dolor y revolcarte en él y no intentar evitarlo como llevas años haciendo, no intentar disimular. Algún día te darás cuenta de lo ridículo que es intentar siempre hacer el papel del sensato, del contenido, del tranquilo. Algún día deberás dejar de hacerle creer al resto del mundo que las cosas te resbalan y que puedes con todo y más.
- Parecía triste y abatida pero irradiaba serenidad y aplomo, como si hubiera alcanzado, pese a su juventud, un nivel de conocimiento muy superior al de él, o como si flotara por encima de las circunstancias, envuelta en una beatífica niebla de distancia, una sensación de calma, un radiante silencio que ardiera en su interior.
- No sé si te ha pasado alguna vez, que a partir de una mirada, de una voz, te mareas, como si ya conocieras a esa persona, como si la hubieras echado de menos mucho tiempo.
- Cuando no se puede pensar, cuando uno siente que apenas sobrevive cada día, no piensa en salir o en rebelarse, sólo en dormir. Uno sigue y sigue y sigue, como un muñeco de cuerda, sin más voluntad ni propósito que el de seguir avanzando en círculos. Y uno se encuentra increíblemente perdido pero no tiene el hilo para salir del laberinto. Yo flotaba como en una noche perpetua, como si se me hubiera confundido el curso del tiempo en una red de tinieblas incansables, y todo cuanto deseaba era concluir el día, descansar un poco.
- El acercamiento a esa mujer no existía porque uno no podía acercarse o alejarse de ella. Había que esperar a que ella viniera a buscarte, a que ella quisiera. Creo que gozaba con la sensación de dominio.
Ella siempre estuvo más interesada en mantener sus recuerdos, sus memorias, su identidad, sus raíces, pero él actuaba de una manera completamente diferente, si algo le dolía, prefería enterrarlo en el olvido.
Era como si de repente ella le hubiera rediseñado e inventado una futura vida (....) con la simple magia de su presencia. Y él no podía dejar de sentirse hechizado por alguien que le adivinaba con tanta claridad como si le estuviera alumbrando por dentro.
- Puede que aquella atonía letal, aquel profundo anhelo de transformarse en piedra, fuese un producto del cansancio o una armadura que su espíritu había construido para defenderle del dolor por la pérdida.
Una nueva vida se extendía ante él, una existencia de placeres lánguidos y a media luz, de sueños tentadores. Los pensamientos de una biografía anterior, de aquella época para siempre acabada, empezaban a disolverse en una especie de oscuridad suave y descansada. Esa nueva vida podría o no incluir a ella, pero seguro que ya no incluiría el miedo ni la culpa. Tampoco la ansiedad por cosas que podrían llegar o no.
- No puedo decirte exactamente qué es el amor, pero sí puedo decirte que creo en el amor, que creo en su poder, y que creo que no siempre se manifiesta de la misma manera, que no siempre tiene que ver con la palabra sexo, pareja, exclusividad o compromiso, ni con la fuerza que empareja a las personas y fecunda la materia del mundo, pero sé que, sea cual sea el aspecto en el que se manifieste o la variedad en la que aparezca, es lo único que puede proporcionar sentido a una persona, una sensaciónn de pertenencia, y que, cuando aparece, la simple existencia se transforma radicalmente y empieza a ser, por fin, verdaderamente vida.
- La luz del sol parecía, en aquel paisaje telúrico y desolado, el anuncio de un fuego robado a los dioses que, desde aquel cielo estático, contemplaban cómo los pobres mortales se peleaban con el cansancio y el paisaje, en busca quizá de un imposible.
- Era un hombre que durante años había intentado escapar al destino utilizando la disciplina y la negación como vías de evasión. Pero el destino, y el pasado, le habían dado alcance. Bajo la agitación superficial de sus pensamientos giraba vertiginosamente una espiral de alerta que, a pesar del agotamiento, no dejaba de dar vueltas a la posible reaparición de ella.
- Así que allí estaba yo, deprimido, enfermo, solo, dolido, avergonzado, débil, frustrado, desvalido, impotente, martirizado, ansioso...., víctima, en definitiva, y sin ser capaz de dar el paso al frente necesario. Llevaba casi cinco años incomunicado sobre todo de mí mismo. Encenagado en un pozo de confusión, de sentir el mal mezclado con el bien, de ser incapaz de identificar la procedencia o la razón de unos aguijones que se me clavaban en el alma, de presentir que algo o acaso todo andaba mal, muy mal, en mí y en el mundo, o al menos en el mundo que me rodeaba, y por debajo de todo aquello, mucho más hondo, aunque ni yo mismo lo hubiera detectado todavía, un turbio y maloliente, avasallador sentimiento de asco que sentía crecer y crecer, amenazando con romper las paredes de aquel pozo y desbordar y arrollarlo todo a su paso, y precipitarme a mí en lo más revuelto y proceloso de la corriente.
-Me enseñó a darme cuenta que podría abandonar aquello, a desembarazarme de la angustia, de la confusión, de la culpa, me enseñó a desconectar el punto candente de mis obligaciones para con los demás, me enseñó a avanzar hacia una meta en la que pudiera ser yo y no el juguete de otros. Me ayudó a atravesar de su mano la niebla emocional, a encontrar mi propio centro y a situarme en él. Pero eso no sucedió de la noche a la mañana.
- Hiciera lo que hiciese, las correcciones fraternas, como las llamaban, me llegaban por todos lados y por auténticas nimiedades, y siempre efectuadas con la misma sonrisa, ni dulce ni cruel. La sonrisa estirada, que se congelaba a medida que pasaban los segundos, la sonrisa del justiciero, de la superioridad sin benevolencia, de la cortesía despreciativa. Así
conseguían hacerte sentir a la vez vigilado e inútil, poca cosa, como si nunca estuvieras a la altura de la excelsa tarea que se te exigía. Pero sobre todo pensabas que siempre había alguien al acecho, vigilando, que siempre te seguían aquellas retinas reticentes, clandestinas y fijas. Acababas dudando de tí mismo, inexorablemente, porque la imposición de culpas de todo tipo y género, incluso en personas adultas, es un formidable mecanismo de dependencia psicológica, afectiva y espiritual.
- Vivir es esto -pensaba-, gozar del placer dulce de vegetar al sol, sin responsabilidades ni obligaciones, sin controles ni intrusiones, sin posesión ni chantajes, sin culpas ni cargas. Sin amenazas ni miedo.
- Creo que las personas complejas vivimos historias complejas y somos capaces de amar en muchas dimensiones. Habíamos encontrado el luminoso punto de contacto, el vértice imposible entre amistad, deseo y amor, y como personas independientes, libres y respetuosas decidimos compartir cierto trecho del camino de nuestras vidas.
- Poco a poco fue perdiendo el respeto por sí mismo, sobrepasando sus propios límites. Pero no sabía expresar sus sentimientos, perdió la confianza y la disposición y su relación se convirtió en un acuerdo superficial de convivencia. No, jamás hubo discusiones, ni gritos, ni malas caras, pero tampoco hubo verdadera felicidad ni pasión. Como si existiera de prestado, como si aquella vida en la que avanzaba de puntillas para no hacer ruido no fuera sino un burdo simulacro de una vida real que existía fuera de su jaula, una vida real en la que había ruído, estrépito y furia.
- No había intimidad, excepto en lo sexual, o quizá ni tan siquiera eso, porque si comparaba, esa contenida mecánica, como si actuara movida por un mecanismo de relojería, y no por el deseo. El silencio que había ocupado el lugar de la confianza se había convertido en una forma peculiar de comunicación.
- No busco el amor que tuvimos; perdón tampoco. No busco reconstruir la historia. No te prometo felicidad porque la felicidad es un palacio del que no se puede entrar ni salir, un lugar sin historias y sin viajes. La felicidad está estática, no se mueve. Tú y yo sabemos que son las historias tristes, las que contienen pérdida, arrepentimiento y sufrimiento, las que jalonan el camino de la vida y las que hacen avanzar.
La felicidad está estática, no se mueve
No hay comentarios:
Publicar un comentario